Una indagación sobre las razones que nos retienen en nuestros espacios de fe, y sobre aquellos motivos que podrían impulsarnos a alejarnos de ellos. El autor reconoce los vicios y pecados de la iglesia en el pasado y el presente. Y propone un camino de honestidad intelectual, espiritualidad renovada y amor a Jesús expresado en términos prácticos, de acuerdo a las demandas del siglo 21.
Es el dilema de miles de personas en el mundo. O tal vez de cientos de miles. ¿Qué hacer con la propia historia, con el propio camino de fe, cuando los modos disponibles para expresar esa fe se vuelven inaceptables?
La experiencia cristiana contiene bellas escenas. Perdón, reencuentro, hermandad, compasión, restauración mental, física y espiritual. La decisión personal de seguir a Jesús implica inscribirse en una tradición de servicio, de justicia, de búsqueda del bien. Pero suele llegar, en algún momento del trayecto, la horrible sorpresa. Las instituciones que nos cobijaron empiezan a asfixiarnos. Aquellos que creíamos santos revelan otro rostro. El bien buscado no es tan bueno, y los medios elegidos son peores.
¿Qué actitud tomar cuando el cristianismo, en un continente y otro, insiste en asociarse con los poderes más crueles, con líderes políticos y corporaciones enemigas del bien común? ¿Cómo sostener la pertenencia a espacios de fe que parecen elegir lo injusto, que humillan a pobres y extranjeros, que niegan la igualdad entre hombres y mujeres, que naturalizan el desprecio por orientación sexual o por color de piel, que glorifican la opulencia a cualquier costo, que convalidan guerras y apoyan la destrucción de la tierra?
Es el desafío diario de mujeres y hombres honestos, de creyentes íntegros, de jóvenes y viejos que aún sostienen ideales. Es la pregunta que los persigue día y noche. ¿Cómo se es más fiel a Jesús? ¿Permaneciendo en este cristianismo que el presente nos ofrece? ¿O saliendo de él? ¿Qué razones hay para una decisión u otra? ¿Y cuáles serían las consecuencias?
Preguntas para elaborar en lo profundo del alma, pero mejor aún en compañía, en el diálogo con otras personas que compartan dolores y sueños semejantes. Con otros valientes buscadores del Reino de Dios y su justicia.
En Pez Con Anteojos estamos felices de poder servirte como hermanos.
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